Responsabilidad social de la biblioteca hacia las personas con discapacidad
Responsabilidad
social de la biblioteca hacia las personas con discapacidad
La finalidad del
desarrollo global – como la finalidad de una buena política a escala nacional –
consiste en hacer posible que las personas vivan vidas plenas y creativas,
desarrollen su potencial y formen una existencia significativa acorde con la
igualdad de dignidad humana de todos los individuos. Martha C. Nussbaum
Históricamente, la
importancia de los servicios bibliotecarios y de información se ha subestimado
en los proyectos sociales dirigidos a las personas con discapacidad,
particularmente al tratar de competir en rubros indispensables para vida, tales
como la alimentación, la salud, la seguridad y el empleo. Sin embargo, se ha
demostrado que al ser humano no le basta solamente con cumplir sus
requerimientos básicos, sino también requiere satisfacer necesidades de otra índole
para desarrollar plenamente sus capacidades.
Vivimos en una era
dominada por el afán de lucro y por la preocupación por los logros económicos
nacionales. Pero el crecimiento económico, aun siendo un elemento de una
política pública sensata, no es más que una parte y un instrumento de esta. Son
las personas quienes importan en última instancia; los beneficios económicos
constituyen solamente medios instrumentales para las vidas humanas, que son sus
fines (Nussbaum, 2012, p. 217).
Las personas con
discapacidad, y en general todo grupo en situación de desventaja, sufren de la
marginación en los servicios públicos, de la desigualdad en sus derechos
elementales, del desprecio por parte de la sociedad y del abandono total de las
políticas públicas hacia ellos; pero también presentan características
específicas que enfatizan aún más su exclusión en la sociedad, como es el
analfabetismo y la falta de acceso a la información (Suaiden, 2002, p. 334). El
índice de lectura entre los sectores más desfavorecidos es muy pequeño, casi
exiguo, y sólo refleja lo poco que se ha avanzado en este campo. Además, con
las personas con discapacidad, la situación se acentúa más por la falta de
materiales apropiados y accesibles que satisfagan sus necesidades específicas
de información. El papel que juega la biblioteca en este contexto es
trascendente y necesario.
Debemos recordar que
la discapacidad que sufren las personas no solamente se limita a sus
deficiencias fisiológicas, sino también a la sociedad misma, pues ella es la
causante de los entornos inaccesibles, del estigma sobre la capacidad
intelectual y la competencia social, de la carencia de conocimientos del
público en el lenguaje de signos y de la escueta existencia de material de
lectura en braille (Oliver, 1990, p. xiv, citado por Barton, 1998, p. 25). Es
por ello que las bibliotecas tienen un fuerte compromiso social con la
población, y no solamente por ser creadas por la misma sociedad para la
satisfacción de algunas exigencia sociales, sino también por responsabilidad pública,
por humanidad y para lograr una integración comunitaria y desarrollo educativo
(Meneses Tello, 2008, p. 46).
Integración social
Una auténtica
integración social de las personas con discapacidad en el ámbito bibliotecario,
desde las colecciones, los servicios, el diseño de la biblioteca y el personal,
debe contemplar tres principios básicos:
1.
El respeto a la diversidad humana. Esta primicia involucra el
reconocimiento de la persona como un ser biológico y culturalmente complejo, y
por tanto, la diversidad sólo puede ser concebida reconociendo y respetando las
diferencias que los seres humanos presentan. Aquí la diferencia es la clave
para lograr unos servicios bibliotecarios incluyentes.
2.
La accesibilidad universal. Este precepto se refiere a concebir el diseño
de servicios bibliotecarios y de información para todos. Tal noción comprende
no solamente lograr un entorno físico accesible, utilizable y amigable, sino
también que todos los materiales, los servicios, los señalamientos, el
mobiliario, el equipamiento tecnológico e instrumental sean igualmente
planificados para que cualquier persona pueda hacer uso de ellos.
3.
La igualdad de oportunidades. Este principio se apoya en el precepto de no
discriminación, e implica que la planificación y provisión de servicios
bibliotecarios tiene igual importancia entre todas las personas que requieran
hacer uso de ellos, independientemente de su condición física y atendiendo las
necesidades de todos y cada uno de los posibles usuarios que llegasen a
solicitarlo.
Principales barreras
Una de las principales
barreras con las que se deben enfrentan las personas con discapacidad es de
carácter ideológico. Sin lugar a dudas, la falta de reconocimiento como seres
humanos dotados de derechos, por parte de las demás personas y de la sociedad
en su conjunto, es tal vez, el primer obstáculo que hay que superar antes de
aspirar a cualquier cosa. Es en la mente de las personas donde reside el mayor
impedimento a superar (Lorenzo García, 2007, p. 52). La sensibilización hacia
las personas que sufren alguna discapacidad representa el mayor reto, no sólo
para las bibliotecas, sino también para todas las instituciones.
El problema es por
demás complejo porque ha estado arraigado desde hace décadas como estereotipo
social. Para las bibliotecas, la
mejor manera de hacer frente a la discriminación que sufren las personas con
discapacidad empieza por la actitud del bibliotecario y su manera de actuar e
interactuar con ellos. Al ser un problema, esencialmente de carácter
conductual, es elemental que el bibliotecario no tome modos compasivos en
exceso o que sea prejuicioso. Es muy importante, la interacción de persona a
persona, pues si conviven y aprenden juntos, si viven la equidad en sus
relaciones, si el bibliotecario es testigo de que al atenderse las necesidades
de información de una persona con discapacidad, ésta puede desarrollarse en
condiciones de igualdad, estaremos contribuyendo a sembrar la semilla de un
sociedad democrática, más justa y no discriminatoria. Además, el principio de
no discriminación debe ser el motor en el diseño de políticas para seleccionar
y adquirir materiales, para diseñar los servicios a los usuarios y para
edificar nuestras bibliotecas.
Otros de los problemas
que se deben hacer frente es la falta de accesibilidad del entorno. Este es
quizá el más visible de las dificultades, porque las personas, no sólo las que
sufren alguna discapacidad sino todas en general, necesitan de entornos
accesibles para poder disfrutar de una movilidad adecuada que les permita
realizar sus funciones sin ninguna restricción. La accesibilidad, vista como un
problema de la movilidad, es indispensable para el desarrollo, como lo expresa
Raposo (1999):
La falta de
accesibilidad al ambiente físico de la ciudad limita el acceso a las esferas
sociales que se desarrollan en ella, es decir, la participación de los
individuos como entes sociales en la ciudad (p. 812).
Puesto que la
accesibilidad involucra además del entorno, los servicios, objetos,
instrumentos y herramientas que en la vida cotidiana son indispensables para
realizar nuestras funciones de manera cómoda y segura, si un individuo padece
de inaccesibilidad en cualquiera de estos elementos, sus actividades y
participación en la sociedad se verán mermadas considerablemente. Para las
personas con discapacidad, la eliminación de las barreras físicas o
arquitectónicas es una de las principales acciones a emprender si se desea
alcanzar un alto grado de integración en la sociedad por medio de la
accesibilidad del ambiente. Para ello, es indispensable lograr un acceso físico
equitativo en cualquier medio que un ser humano necesite para su desarrollo
individual y social. La accesibilidad de un espacio no está en función de las
necesidades de las mayorías sino que está en relación a considerar también los
requerimientos de las minorías, como a continuación se menciona:
Cuando un entorno se
diseña para un consumidor medio, la mayoría de las personas con discapacidad no
pueden interactuar en él con facilidad, siendo las dificultades mayores cuando
se ha dado la pérdida de habilidades o capacidades. En el fondo, esta forma de
actuar en el diseño, el desarrollo tecnológico o la producción de productos y
servicios provoca la necesidad de que el usuario se adapte al diseño y no al
revés, como debería ser si se pensase en el usuario con discapacidades (García
Alonso, 2003, p. 91).
Responsabilidad social
Las bibliotecas como
instrumentos de socialización, deben tener como principio el acceso universal a
sus instalaciones, teniendo en consideración que las personas con discapacidad
puedan hacer uso de ella sin ninguna restricción de carácter físico o
instrumental. El diseño de todo servicio bibliotecario y de información debe
considerar como elemento fundamental la accesibilidad física para las personas
con discapacidad. Lo ideal sería diseñar nuestro entorno pensando en sus
características, pues con ello no sólo se mejoraría el acceso a las fuentes de
información sino también se favorecería su calidad de vida. La razón radica en
que un espacio que es accesible para toda persona facilita su uso, y además,
abre todo un mundo de posibilidades en las relaciones interpersonales, pues
gracias a ello, se logra la convergencia y el encuentro de diferentes personas
en un mismo espacio (Lorenzo García, 2003, p. 56). La biblioteca, considerada
como una institución donde la gente puede confluir y compartir experiencias y
relaciones, debe funcionar como un elemento clave para lograr esa integración a
la sociedad. No obstante, esto no puede lograrse sin un diseño accesible
universalmente para todos, pues como se ha visto, el nivel de desarrollo
personal y social de una persona con discapacidad, depende en gran medida del
grado de accesibilidad del entorno que la rodea.
El concepto de diseño
para todos, es un imperativo que todo servicio bibliotecario y de información
dirigido a personas con discapacidad, debe contemplar. Conviene tener presente
que toda acción a seguir, implicaría ante todo, considerarlos como usuarios con
necesidades de información como cualquier persona, que requieren no solamente
de una accesibilidad arquitectónica. La igualdad de oportunidades, en este
sentido, implica que además de la supresión de las barreras físicas, todo
servicio y material de la biblioteca también debe ser acorde a ellos.
Es obligatorio tener
muy en cuenta que para lograr la integración social de las personas con
discapacidad hay que reestructurar todo un sistema. El principio de igualdad de
oportunidades implica atender y satisfacer la diversidad de necesidades de
información que todas las personas presentan. Todo esto supone cambios
radicales y modificaciones graduales en la provisión de información hacia este
sector de la población. Dichas reformas implicarían, siempre contemplando a
este grupo de personas, reestructuraciones en:
·
La selección y adquisición de materiales y contenidos.
·
La proyección de servicios bibliotecarios que sean incluyentes.
·
La instrumentación de ayudas técnicas y tecnológicas.
·
La planificación, ejecución y evaluación de programas.
·
La implementación de políticas de información.
·
La capacitación del personal.
·
El diseño arquitectónico.
·
La formación de usuarios.
·
La cooperación interbibliotecaria e interinstitucional.
·
La legislación bibliotecaria.
·
Los planes y programas de estudio en las escuelas de bibliotecología.
La idea de ofrecer
servicios bibliotecarios y de información a personas con discapacidad se
fundamenta en el principio de no discriminación, de la igualdad de
oportunidades. Pero tal idea debe partir de una idea de que la discapacidad
debe ser reconocida y diferenciada como tal, y no subvalorada como un elemento
subyacente a un marco más general de capacidades. De aquí la importancia de
tener presente que si la mayoría de la población tiene el derecho de acceso a
la información, también las personas con discapacidad poseen esa facultad. Todo
servicio bibliotecario y de información disponible a las personas en general,
también deben ser puestos a disposición de las personas que sufren alguna
discapacidad, de tal manera que se contemplen esa desventaja, haciendo que la
información sea fácil de utilizar a través de un formato adecuado para ellos
(Wright, 1979, p. 129).
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